Primero fue una pregunta: ¿Es concebible un club de suicidas? La respuesta afirmativa le desconcertó; más aún que fuera invitado a contactar con él. Tras reunirse con algunos de sus miembros, a cara cubierta, aceptó visitar a un potencial suicida que según decÃa preferÃa dañarse a sà mismo a dañar a los demás. Lo que no podÃa imaginar es que colaborarÃa en la consumación del deseo de aquel extraño; ni las consecuencias que derivarÃan de tal decisión. Todo porque entendÃa que la empatÃa humana siempre establece lÃmites interesados sin una medida universal del dolor. Tras aquella experiencia resurgió sin embargo la antigua pregunta: ¿ExistÃa tal club o era otra cosa?